El municipio de Calvià tiene instaladas 70 antenas de telefonía móvil

Desde que la telefonía móvil llegó a nuestras vidas, existe una corriente de opinión bastante extendida que cree que las antenas que posibilitan esta conectividad son perniciosas para nuestra salud. Hasta tal punto llega este recelo que numerosas comunidades de vecinos e incluso pueblos enteros se han negado a instalar antenas de telefonía móvil en su seno por miedo a contraer cáncer o alguna otra enfermedad, en nuestro municipio tenemos 70 antenas instaladas.

 

Lo primero de todo es definir qué entendemos por antenas móviles. Su nombre técnico son estaciones base de telefonía móvil, una composición de torreta y equipos informáticos (transmisores y receptores) colocados en lo alto para cubrir la mayor zona posible. Estas antenas generan una señal de radiofrecuencia en horizontal; un tipo de emisiones consideradas como no ionizantes (o, dicho de otro modo, sin energía suficiente para arrancar electrones de los átomos con los que interaccionan). Nuestro municipio tiene 70 antenas de telefonía móvil para dar cobertura a nuestros teléfonos móviles.

 

Santa Ponsa con 14 estaciones es la zona con más dispositivos con diferencia, seguido por el conjunto de la zona de Costa d’en Blanes, Portal, Illetas, Cas Català y Bendina que tienen un total de 17 emisoras.

 

Sigue Magaluf con 11, Palmanova con 7, Paguera con 5 y el Polígono de Son Bugadelles con 4 antenas.

 

El Toro con 3 y Son Ferrer con otras 3, Es Capdellà con 2 y finalmente Calvià Vila con una sola, y situada, como todo el mundo sabe, en el mismo campanario de la iglesia parroquial.

 

Hay que señalar que otras 3 antenas se encuentran situadas en otros lugares más remotos del termino municipal

 

Mucho se preguntan si son malas, para hacernos una idea de la potencia de estas señales, hemos de saber que las ondas producidas por las antenas de televisión y radio FM son entre 100 y 5.000 veces más potentes que las generadas por las estaciones base; si bien los efectos son similares e igualmente inocuos en el cuerpo humano siempre que se respeten las distancias de seguridad respecto a las antenas.

 

Los efectos sobre el ser humano de estas ondas radioeléctricas siempre han estado en boca de muchos críticos y comunidades sociales enteras, con argumentos de lo más variopintos: desde que las antenas móviles causan cáncer, dolores de cabeza o extrema sensibilidad a los campos eléctricos que nos rodean allá donde vamos. La realidad es que, efectivamente, estas emisiones pueden llegar a producir cambios en la membrana de las células y alterar los flujos de algunos iones, como el calcio, así como aumentar la temperatura corporal en algunos grados.

 

Sin embargo, y pese a que esos efectos biológicos son reconocidos por la comunidad científica, lo cierto es que no hay ninguna evidencia de que supongan consecuencias negativas para las personas. En primer lugar, para que estas emisiones tengan una relevancia suficiente, el sujeto debe estar durante mucho tiempo dentro de la zona de influencia directa y de mayor radiación (en torno a 10 metros en horizontal a la antena), algo improbable ya que suelen estar situadas en azoteas o lugares de difícil acceso.

 

En segundo lugar, hay muchas dudas sobre los efectos acumulativos del aumento de temperatura corporal a largo plazo. Tampoco hay ninguna prueba de que las radiaciones no ionizantes puedan ser causa directa de cáncer, con la comunidad científica rechazando de plano esta premisa o aceptando, a lo sumo, que sean promotores tumorales, pero nunca iniciadores de un tumor.

 

Desde el Servicio de Asesoramiento Técnico e Información (SATI) de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), el Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicación y el CCARS (Comité Científico Asesor en radiofrecuencia y salud) indican, en esa línea, que “hasta la fecha no se ha encontrado ninguna evidencia científica de que la emisión radioeléctrica asociada a las antenas, y dentro de los límites de emisión establecidos por la legislación, provoque efectos perjudiciales para la salud”.

 

Además, tanto la Organización Mundial de la Salud como el Ministerio de Sanidad Español han estudiado las cuestiones de salud en relación a las emisiones radioeléctricas y han determinado que los niveles de emisión fijados por la ley no son perjudiciales.

 

Como decíamos anteriormente, la clave de que estas antenas móviles sean consideradas completamente inocuas radica en la distancia de seguridad tan reducida que se necesita, por lo que la mayoría de nosotros apenas recibiremos radiaciones procedentes de estas fuentes a lo largo de nuestra vida.

 

Un estudio realizado por la Universidad de Castilla-La Mancha así lo demostró, al dotar de medidores a varios voluntarios que reportaron las radiaciones recibidas a lo largo de un día cualquiera. El resultado fue sorprendente: las emisiones recibidas de las estaciones base móviles son similares a las de una bombilla de 100 watios a una distancia de un kilómetro.

 

Para asegurar que no existe ningún riesgo para la salud, la exposición a los campos electromagnéticos ha sido regulada, tanto desde el ámbito europeo, como desde el estatal. En esta regulación se han establecido unos límites que son los que recomienda la Organización Mundial de la Salud y que han sido adoptados tanto por la Unión Europea como por España, a través del Real Decreto 1066/2001. Estos niveles se han fijado estableciendo un amplio margen de seguridad, pero no deben ser superados para garantizar la protección sanitaria frente a emisiones radioeléctricas.

 

Los niveles de emisión actuales de las antenas de telefonía móvil o estaciones base instaladas en nuestro país son muy inferiores a los establecidos en la normativa, que, a su vez, son los recomendados por la Organización Mundial de la Salud y que fueron aprobados por Consejo de Ministros de Sanidad de la UE en su Recomendación 1999 /519/CE.